martes, 18 de febrero de 2014

La duda existencial:

 ¿las cementeras son responsables de casos de cáncer en Minas?

En Minas consideran que hay un aumento en el número de casos y reclaman una investigación

El rostro inocente de Agustina está presente, junto al de su hermana, en un cuadro en la oficina en la que trabaja como corredor de seguros Alejandro Colucci. Era una niña sana, alegre, tomaba clases de ballet. Cuando tenía 6 años le notaron un defecto al caminar. Fue de un día para el otro. El diagnóstico fue rápido: tenía meduloblastoma y metástasis de médula. Tras la quimioterapia perdió la motricidad y dejó de hablar, pero luego se recuperó. Quiso ir a clases particulares para no separarse de sus amigos de generación. Su padre, como fruto de una promesa, dejó de fumar.
La historia de Agustina y su cáncer termina mal, como la de muchas otras víctimas de esta enfermedad. Un año y medio después del diagnóstico inicial recayó. Ya no había lugar para quimioterapia, cirugía o consultas en el exterior. Fue el final de la lucha. La pequeña falleció pocos meses después.
Antes de morir le dijo a su padre: “¿Papá, por qué me pasa esto a mí si yo soy buena?”. Colucci lo cuenta sentado en esa oficina ubicada en 18 de Julio, la calle principal de Minas, con una caja de cigarrillos al lado y con la expresión indescriptible de un hombre que vio morir a su hija. “Fue dantesco”, logra decir.
Así como Agustina, muchas personas en Minas se preguntan: ¿por qué a nosotros? ¿Por qué cada vez vemos enfermar y morir a más familiares y amigos jóvenes y saludables? ¿Por qué hay tantos hipotiroideos, celíacos y diabéticos en nuestra población? ¿Por qué nuestros niños sufren de laringitis constantes, asma y vegetaciones? ¿Por qué?
El pueblo minuano habla de un auge de los casos de cáncer que se inició hace dos o tres años, sobre todo en niños y jóvenes. En el supermercado, en reuniones y en la calle es el tema común. A una cuadra de la oficina de Colucci, en pleno centro de Minas, hay uno o dos enfermos o fallecidos por cáncer en cada casa. Los vecinos hablan de la “cuadra fatídica”. 
Si bien reconocen que puede deberse a que son pocos y se conocen, e incluso hay quienes admiten cierta psicosis, todos allí sienten que su pueblo padece más cáncer de lo normal y que viene en aumento. Algunos sospechan que la epidemia puede deberse a la actividad de dos fábricas de cemento ubicadas a la entrada de la localidad: Cementos Artigas (empresa privada) y otra de la estatal ANCAP.
Por su actividad las cementeras incineran residuos a temperaturas altas y dejan en los barrios cercanos huellas en forma de ceniza. En otras zonas los minuanos llegan a apreciar un colchón de humo que los visitantes pueden confundir como una nube más. Se quejan de que Minas es un pozo rodeado de cerros y que el aire no circula.
Está comprobado que las fábricas de cemento afectan la calidad del aire por la generación de humo y la dispersión de polvo. A su vez, la Organización Mundial de la Salud aceptó que la exposición a partículas del polvo de hornos cementeros aumenta la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón (ver nota en página 3).
Verónica Acosta, una minuana de 30 años que hoy se halla recuperada de un linfoma de Hodkin, mandó una carta a la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), pidiendo información sobre lo que liberan al aire las cementeras en Minas. En esa oficina le abrieron las puertas y le permitieron hacer vista de una montaña de expedientes con números inentendibles para quienes no saben del tema. No le dejaron fotocopiar ni consultar con expertos. Ella se dio media vuelta y se fue.
El Observador intentó comunicarse con la Dinama, pero allí no respondió nadie. Tampoco contestaron en la gerencia de ANCAP. El gerente de Cementos Artigas, Nelson Marinello, respondió por correo electrónico ofreciendo una visita para exponer los valores de todas las variables que generan impacto ambiental así como la tecnología aplicada.
Las cifras oficiales
La sensación que tienen en Minas de que viven un incremento del número de casos de cáncer desde 2011, no se puede corroborar con las cifras de la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer porque estas están desfasadas tres o cuatro años. Carina Musetti, de la comisión, explicó a El Observador que esto se debe a una compleja metodología de recolección y procesamiento de los datos que persigue mayor fidelidad.
Con todo, las cifras disponibles –que van hasta 2010– revelan que las tasas de cáncer en Minas son apenas más altas que la media. Los especialistas lo expresan en un cociente llamado SIR. Mientras el resto del país presenta un valor SIR de 1, Minas alcanza 1,19. Esto no es “estadísticamente significativo”, advierte la comisión en un informe específico sobre esta ciudad que hicieron a pedido de los minuanos y al que accedió El Observador.
Si se distingue por tipo de cáncer y sexo resulta que los hombres de allí tienen más tumores de intestino delgado (2,57), linfoma de Hodkin (2,38), laringe (1,97), colorrectal (1,54), páncreas (1,87) y melanoma (1,55). Las mujeres presentan una tasa alta de cáncer de cuello de útero (2,63), intestino delgado (2,45), hígado (2,25), laringe (2,39), linfoma de Hodkin (1,82) y vagina (1,87). En otros tipos de cáncer el cociente es menor a la media nacional.
El informe, elaborado por el profesor Enrique Barrios, coordinador del Registro Nacional de Cáncer, concluye que las cifras son de una “inestabilidad estadística muy importante” por tratarse de poca población. Justamente por eso, y advirtiendo sobre todo la alta tasa de cáncer de cuello de útero en las minuanas, Barrios realizó una recomendación al Ministerio de Salud Pública (MSP): “Estudios epidemiológicos de naturaleza analítica y en el terreno serían necesarios para avanzar más allá de estos datos indicativos”, dice el documento.
La sugerencia fue en noviembre de 2012. En el MSP dijeron a El Observador que el estudio no ha podido realizarse porque la división Epidemiología, a la que corresponde la investigación, está abocada a una encuesta sobre factores de riesgo, que demanda mucho personal.
Cincuenta pacientes por día
Isabel Alonso es la única oncóloga que atiende en Camdel, la mutualista de Minas. Como no vive allí, primero empezó yendo una vez cada 15 días, luego una vez por semana y actualmente va martes y sábado porque, según dijo a El Observador, “no da abasto”. Por cada consulta ve hasta 50 pacientes.
La percepción de Alonso coincide con la sensación general. “En los últimos dos o tres años he visto mucha más gente joven enferma, de entre 20 y 40 años”, afirmó.
De todas formas es cauta porque confía en los registros oficiales y estos, por ahora, no reflejan una diferencia sustancial con el resto del territorio. “El registro todavía no lo ha mostrado y los datos son muy fidedignos. Por tanto, uno tiene que balancear su sensación con el registro. Capaz que en dos años nos sentamos a hablar y vemos que la percepción coincidía con la realidad. Hay que esperar”, consideró.
El oncólogo pediátrico Ney Castillo, que recibe niños de todo el país en la Fundación Pérez Scremini, reconoció a El Observador que en 2013 vio más casos de Minas, pero advirtió que un año no es suficiente para sacar conclusiones.
La otra oncóloga de Minas, Shirley Marocci, atiende en el hospital de ASSE. Para ella también es notorio que desde “hace tres o cuatro años ha aumentado el cáncer” en la ciudad. Dijo a El Observador que siente que cada vez se diagnostican más casos y a personas más jóvenes. Le preocupa y reconoce la “alarma” que hay en los minuanos. Sin embargo, advierte que la enfermedad viene avanzando en todo el mundo.
Para Marocci es claro que “alguna influencia de las fábricas de cemento tiene que haber”. Repite: “lo ambiental influye”, así como la dieta, el ejercicio y la genética. También advierte que el factor ambiental afecta más a los niños porque su mutación celular es más veloz.
En ese sentido, se unió a la voz de un grupo de minuanos que desde hace un tiempo realiza pedidos de información a organismos involucrados (MSP, Dinama, Intendencia de Lavalleja, entre otros), para saber si hay algo distinto en la zona que favorezca el desarrollo de cáncer y otras enfermedades. “Queremos saber qué respiramos”, resumió Valeria Uriarte, una de las más activas en ese grupo. “No podemos tener miedo de investigar a las cementeras. Es por nuestros niños”, agregó la oncóloga Marocci.
En abril de 2013, 150 personas subieron el cerro Verdún para pedirle a la virgen por decenas de personas enfermas o fallecidas por cáncer. Había sido un verano “terrible”, cuentan en Minas. Habían diagnosticado a varios jóvenes y uno –el hijo del ministro de Economía, Mario Bergara– había fallecido con 17 años de cáncer de columna. En las fotos de aquella instancia se llegan a ver las chimeneas activas de las cementeras y, al pie del cerro, las hondas canteras que son reflejo de una producción creciente.

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