Estas historias son reales, contadas por sus protagonistas o
por personas que conocieron los hechos de primera mano y en algunos fui testigo
directo; los lugares también existen en la ciudad de Minas y en el departamento
de Lavalleja. Algunos de los nombres en
cada historia son ficticios por distintas razones: para proteger identidades en
la mayoría de los casos y porque la memoria ya no me ayuda en otros. Espero
estas postales sirvan para conocer un poquito más la historia de mi ciudad y
sus habitantes.
POSTALES DE MI CIUDAD
El Menudeo.
Don Rodríguez y su
señora abrieron las puertas del almacén allá por el año 1942 en la esquina de
Carabajal y Florencio Sánchez. Muy humildemente ofrecían a los ocasionales
clientes alpargatas, tabaco y alguna bebida espirituosa embotellada.
En la esquina de Batlle y Rodo existía el bar de Méndez, un
lugar donde los parroquianos del centro de Minas y algunos barrios se reunían
noche a noche a comentar la jornada terminada entre copa y copa.
Rodríguez y Méndez se
conocían desde hacía muchos años, eran amigos de los de antes.
El almacén de Rodríguez no progresaba nada y un día Méndez
le aconsejo: “vende al menudeo, vas a ver que ahí creses” pero Rodríguez no se
animaba por no estar autorizado por el municipio a vender bebidas por copa; la
cosa no andaba, pasaban los meses y el almacén estaba destinado a cerrar más
pronto que rápido.
Una noche de sábado el bar de Méndez estaba lleno de
parroquianos que tertuliaban entre copa y copa; entonces Méndez grito fuerte:
“señores no sirvo más por hoy, si quieren acompañarme voy a visitar un amigo” y
se fue a lo de Rodríguez con clientes y todo. Al llegar al almacén dijo:
“Rodríguez hoy estoy de franco, servirme una caña y también a mis amigos”.
Estuvieron hasta clarear el día entre copa y copa.
Entre los asistentes se encontraba el negro Juan, inspector
del municipio y encargado de controlar los bares de la ciudad. Al marcharse Rodríguez
le estrecho la mano y le digo con vos firme (para que todos escucharan): “Negro
este lugar es de un amigo así que acá no jodas”.
Desde ese día cuando el negro Juan hacia sus recorridas por
Carabajal al llegar a Florencio Sánchez se paraba en la esquina cruzada al almacén
de Rodríguez, después de un buen rato y cuando se había cerciorado que no había
vasos sobre el mostrador entraba exclamando: ”buenas, inspección municipal, veo
que todo está en orden, hasta la próxima” y se marchaba.
El bar de Rodo y Batlle hace muchos años desapareció, el almacén
de Carabajal y Florencio Sánchez aún existe.
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